Es evidente aquello que se comprende con sólo conocer sus términos. Es aquello que no puede ser puesto en duda porque los sentidos más usuales no son capaces sino de coincidir entre lo que observan y su significado. De esta forma todos podemos dar por evidente aquello que no necesita más explicación que su mera observación, porque negarlo, sería avanzar en la negación, o bien del observador, o bien del objeto mismo en su propia naturaleza.
Así dicho, parece entonces evidente que estamos frente a una crisis política de gran envergadura. Es evidente así también, que esta es una crisis de carácter ético, porque quienes se han visto involucrados en ella, lo están porque no han respetado los límites de la ley o bien porque el desmedido afán de lucro los ha llevado a violar los evidentes frenos éticos de una conducta desmedida. Estamos frente a una crisis cuya manifestación se evidencia en la esfera de la "sociedad la política", pero cuya naturaleza es ética.
Así también es evidente que es una crisis que se despliega al mismo modo en que lo ha hecho hasta ahora la construcción del poder en Chile: es una crisis que se despliega a través de los nexos familiares; es una crisis que atraviesa todas las barreras políticas; es una crisis que desnuda al mismo tiempo la intrincada y transversal red de los negocios en la política. Es una crisis que nos ha ayudado a ver y entender aquello que no era tan evidente pero que alcanzábamos a sospechar. Estábamos construyendo -o dejando que se construyera- un país de amigos y familiares, ligados todos al afán desmedido de lucro a costa de los demás y a costa de los principios éticos más básicos de la vida social.
Es evidente además, que esta crisis ética ha dejado desnudo al emperador. Las instituciones, construidas en el afán sin freno, hechas para responder al propósito esencial del Chile sin freno, han quedado desnudas en su falibilidad. Se han mostrado famélicas para hacer lo que pensamos que debían hacer vistas en la perspectiva de los hechos. En un ejemplo evidente, si teníamos una institucionalidad electoral y un tribunal constitucional o un consejo de defensa del estado (todas con minúscula) que no hicieron en la perspectiva del tiempo definido por la fiscalía la tarea para la cual todos pensamos estaban hechas, no fue porque hicieran vista gorda de los hechos sino porque en su naturaleza misma estaban hechas para hacerlo. No se construye un Chile sin freno, no se construye un Chile de las familias con apetito voraz por lucrar con instituciones fuertes y transparentes.
Lo que refrenda la naturaleza ética del problema es la forma en que estalla. Lo hace además de modo paradigmático porque ninguno de los eventos en cuestión estalla por los resabios de alguna moral republicana; ninguno de los escándalos estalla por un ejercicio de fiscalización o de transparencia; ninguno de los hechos tan graves que ahora conocemos se conoce por la acción de ninguna de las instituciones que creíamos funcionaban. Todos los escandalosos que sacuden a la aldea estallan por rencillas personales, o por accidentes en bolsas extranjeras o por sacudidas de terceros que sintieron que no estando invitados a la fiesta y sintieron que podían hablar para amenazar a los ganadores para sacar su tajada de la torta.
Lo interesante ahora, es volver a poner la mirada en aquello que hasta aquí no se puede controlar y que ha resultado tan peligroso: la red, transparente, vinculante, sin compromisos. Como decía en la semana a uno de mis alumnos, "ya nadie puede escapar de google".
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