miércoles, 7 de febrero de 2018 | |

Starman, west again

La ciencia, aún más la técnica, juegann desde siempre muy de cerca con la política tanto como con la economía. Arquímedes no habría sido tan famoso como para ser solicitado por un general romano en medio de la conquista y asesinado por un palurdo soldado de infantería, si no hubiera inventado el uso de la palanca. Del mismo modo, la operación "paperclip" que llevó a casi 1500 científicos alemanes vinculados al desarrollo de la cohetería y el agua pesada bajo el régimen nazi, no se habría realizado si Ernst Von Braun no hubiese sido más que un excelso matemático. No habría habido un acelerador de partículas para probar la bella existencia de un bosón que explica la existencia de la materia si no hubiese habido un grupo deoperadores políticos y económicos buscando fondos desesperadamente e intentando convencer a políticos  e inversionistas de todo el mundo respecto de su utilidad práctica.

Del mismo modo no puede  verse ingenuamente el tremendo avance del Falcon Heavy y el aún más impresionante retorno de sus cohetes impulsores cual suaves plumas aterrizando con exactitud impresionante luegode elevarse cientos de kilómetros y alejarse otros tantos desde el lugar de su lanzamiento. Es probable que el cohete no tenga el uso que en un principio se pensó podría tener, puesto que la carga que se lleva al espacio es  cada vez más liviana. Marte está aún lejos como para pensar que en diez años quienes viajen al rojo planeta lo harán con esta tecnología, pero no puede negarze que hay al menos tres dimensiones notables en las que habría que pensar.

En primer lugar, está el efecto de propaganda que algo así conlleva. Estados Unidos vuelve a ponerse a la cabeza de la tecnología espacial y lo hace de manera fastuosa e inalcanzable. Quinientos millones de millones de dólares después, tiene el chete más ootente del mundo, con un 30 por ciento de costo más bajo en uso de combustible.

En segundo lugar, el cohete abre por fin, la era espacial a los capitales privados. Mónaco, Lichtenstein y la Luna, serán los destinos favoritos de los magnates y sus quirúrgicas esposas. Es probable que al fin, las imágenes de un futuro distópico en el que los ricos viven a miles de kilometros de la tierra una vida de lujo mientras millones mueren de sed y hambre en su superficie haya comenzado a construirse.

Para los que aún sueñan con el derrumbe de la civilización y el decaimiento del imperio, el Falcon Heavy vuelve a sepultar sus sueños. Ni China tiene la capacidad tecnológica y militar para derrotar a occidente, ni la India se ha deshecho de sus tiránicas ataduras culturales como para hacerlo. 

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