El Instituto Nacional ha entrado en una espiral de conflicto sin solución desde hace al menos cinco años. Cada año que pasa, el conflicto se agrava como si la solución fuese más cara que su manutención latente en el seno de su comunidad. El resultado de una política de gestión que cree que la coyuntura nacional es más poderosa que cualquier intento de resolución interna y que sataniza toda oposición intestina está a la vista: una comunidad quebrada que ha clausurado sus zonas de negociación y sin garantías de gobernabilidad.
En la propia historia del Instituto Nacional y su marcado acento republicano, se fue construyendo una institución compleja, hecha por capas organizacionales en donde se encontraban masones, cristianos, liberales, conservadores, socialistas de todo cuño, scout, grupos religiosos de toda confesión, niños, adolescentes, hombres y mujeres repartidos entre las más distintas y diversas afiliaciones. Cada una de esas capas, fue capaz de administrar sus diferencias para construir una comunidad orientada por una única misión:formar ciudadanos para dirigir al país orientados por el lema "el trabajo todo lo vence".
El tiempo enseñó a esta comunidad a valorar, cuidar y reconstruir las "zonas de costura" que constituían los límites entre los diversos grupos de presión en su interior y que genuinamente dialogaban para construir comunidad. La micro política fue y ha sido siempre el alma de una institución politizada por el mandato de su misión, que desde tiempos remotos aprendió que la democracia interna era la única forma de dar gobernabilidad a un universo tan vasto como diverso.
La gestión del actual equipo directivo sin embargo, cristalizó, selló las zonas de costura, rigidizando los espacios de diálogo y descuidó además a las instituciones que genuinamente representaban a la sociedad institutana, permitiendo con ello la aparición de una crisis institucional y la emergencia por el costado de las instituciones quebradas, de actores para-institucionales que no reconocen ya a las zonas de costura como genuinos espacios de diálogo. El resultado a la vista es un Centro de Alumnos quebrado y deslegitimado, grupos de presión emergentes fuera de los márgenes; Centro de Padres quebrado con aparición de nuevos actores reclamando representatividad más allá de los marcos legales; y una comunidad de profesores completamente quebrada emocionalmente. Si hay algo de lo cual acusar a esta gestión, es de su incapacidad política de anticipación. Si hay algo de lo cual deben sentirse plenamente responsables es de su política de avestruz que consideró que la coyuntura nacional les daría tiempo para sacar fuera de los marcos institucionales el conflicto y retornar a la normalidad vetusta que consideraron erróneamente como una apuesta ganadora.
La solución al quiebre del tejido social institutana y el retorno de la legitimidad de las instituciones no es un claustro como pide la asamblea de estudiantes, la solución tiene a mi juicio una consideración más profunda.
Primero, el equipo de gestión debe renunciar como un gesto simbólico del reconocimiento de la banca rota de una política errada de conducción. Deben despejarse los obstáculos político-simbólicos para avanzar en la reconstrucción del tejido institutana.
Segundo, debe convocar se a un claustro triestamental de refundación que responda a cuatro preguntas elementales cuyas respuestas se constituyan en el insumo de una nueva gestión fundacional. Esas preguntas son:
- ¿De dónde venimos?, porque hoy, el único elemento no fractal con el que cuenta la institución es su pasado, porque ese pasado es parte fundante del mito institutano es que debe releerse con sentido profético.
- ¿Dónde estamos y como llegamos aquí?, porque es necesario reconocer y reanudar el funcionamiento de las zonas de costura que permitan la reconstrucción del tejido social a través del diálogo y la negociación de todos los actores y grupos de presión como método de re articulación de las instituciones que antes dieron gobernabilidad al instituto.
- ¿A dónde vamos y cómo llegamos allí?, porque es necesario que en el diálogo, la negociación y la recuperación de las instituciones, la comunidad escolar entienda el sentido de la meta colectiva que ha perdido tras años de crisis. Porque el viejo instituto no es el mismo que el nuevo milenio necesita, pooque recuperar las pretenciones de protagonismo es una tarea emergente de la crisis.
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