viernes, 19 de julio de 2013 | |

INFORME DE LECTURA: ¿De la equidad hacia la igualdad democrática en la educación nacional? Notas sobre el liberalismo social de John Rawls Documento de Trabajo Pablo Salvat



El camino entre lo deseable y lo posible está plagado de frustraciones y violencia hasta la aparición de una lógica que busca articular un diálogo con alto contenido moral y ético, basado en el principio que trascendiendo a los intereses particulares  puede encontrarse racionalmente un acuerdo básico de valor universalizable que ponga a las personas en igualdad de condiciones orientando a través de máximas orientadoras a las instituciones sociales y políticas.


Es el intento de Salvat quien a través del texto, busca revisar los principales argumentos teóricos de John Rawls y sus eventuales consecuencias para las bases fundacionales de una educación en perspectiva igualitaria y democrática. Revisar el curso del sistema educativo desde una mirada que pone en su centro las orientaciones valórico-normativas para responder a las exigencias y demandas actuales de la sociedad civil que en sus palabras, no son sino demandas por una sociedad más justa y más democrática.

Y es que según el autor, las demandas actuales no son sólo una crítica abierta al modelo educativo sino que subyacen en ellas, más allá del ruido propio de las demandas sociales, algunas preguntas de fondo: ¿cuál es el propósito de la educación chilena hoy?; ¿es posible realizarlas en una sociedad que reparte injustamente el capital social?

En el contexto de las interrogaciones, la hegemonía política y supremacía simbólica  que los expertos tenían hasta años anteriores, parece haberse diluido en medio de estas nuevas interrogaciones. El cuestionamiento al tipo de sociedad que construimos que no se aísla ni se diferencia de la interrogación más explícita por el modelo educativo, requiere hoy un nuevo marco teórico para buscar desde allí sus respuestas, pues una comunidad más política exige su discusión y justificación de la naturaleza de las desigualdades para construir desde allí una idea compartida de justicia.

La politicidad del discurso, parece provenir en palabras del autor, de la diversidad de los actores que imprimen diversas miradas al conflicto, pero es natural a la pregunta por la determinación de cómo se educarán  los ciudadanos del futuro. La pregunta es al mismo tiempo un ideal político y ciudadano. El discurso de los diversos sujetos críticos y su irrupción, parece haberse tomado el escenario de “lo público”, desplazando a los “expertos” y visibilizando con fuerza los motivos que dieron origen a la crisis (mercantilización; inequidad; clasismo; el rol de lo privado y lo público, entre otros).

De cualquier manera, las voces parecen coincidir en una crítica abiertamente anti neoliberal y en la dirección común hacia la exigencia de la reconstrucción de un sistema público con mayores responsabilidades del Estado que garanticen  equidad y justicia. El autor, agrupa en tres dimensiones la crítica global: una primera dimensión  respecto de la calidad; una segunda dimensión respecto de las asimetrías de equidad; y una tercera dimensión respecto de la segmentación social. Todas ellas dan cuenta de las limitaciones que la sociedad chilena, al igual que el resto de las sociedades latinoamericanas, ha tenido para incorporarse masivamente a la modernidad en condiciones de equidad.

Dos ideas fundamentales pueden leerse en el texto al respecto: primero, es la estructura misma de lo social y su ordenamiento el que imposibilita el ideario de justicia irradiando este principio también hacia la educación; y en segundo lugar, la racionalidad técnica parece haber fracasado en su modelo de modernidad. En ambos casos, la pregunta que impone el movimiento social acerca del tipo de sociedad en que queremos vivir nos compromete  a todos y no invita a todos a reflexionar sobre ella.

¿Por qué John Rawls parece un marco teórico más apropiado que otros para comenzar la reflexión?

En primer lugar porque dado el agotamiento de los marcos teóricos utilitaristas o simplemente técnicos, es necesario buscar un nuevo marco  ético normativo y político; en segundo lugar porque Rawls conecta los fenómenos sociales y políticos no sólo con la lógica económica, sino que la amplía a las conexiones con la sicología y la política social; En tercer lugar porque permite conectar el problema actual con los temas y desafíos emergentes de género, la crítica al cartesianismo machista, las deliberaciones sobre identidad, entre otros; por último, porque la perspectiva teórica de Rawls hace énfasis en lo realizable, desde lo que es, articulando en ese espacio lo deseable: se trata de emerger hacia un espacio de deseabilidad razonable.

Rawls pretende construirse desde los juicios reflexionados de justicia trascendiendo a los intereses individuales ya  la razón técnica para construir consensos sociales acerca de lo posible en un equilibrio reflexivo. En esa construcción, el sentido de la justicia como equidad que pretende resolver el conflicto clásico de los problemas morales de una sociedad sujeta al principio de la escasez. En este sentido, Rawls logra establecer la prioridad absoluta de la justicia por sobre cualquier  particularismo del bien en una sociedad de la escasez; la discusión pública de los fines, morales, sociales y políticos, están garantizados a través de la cooperación social.

La cooperación social y las razones de cooperación y diálogo que se sobreponen a las razones técnicas, conducen a un consenso que recoge lo razonable del sentido de los fines de equidad y de justicia junto con el sentido ciudadano del sentido de justicia y planes de vida. Libertad y cooperación social formarían entonces un binomio virtuoso que haría posible administrar con justicia y colaboración social el problema de la escasez de los recursos.

Realizar el máximo de libertad individual en un marco de equidad posible, construidos ambos sobre la base de la colaboración social, serían las bases de un marco ético normativo. Rawls da un sentido nuevo al concepto de “contrato social” pues lo sitúa históricamente. EL resultado es la anticipación que su autor define como una sociedad que garantía la libertad y la equidad a través de la posesión de los bienes necesarios para que cada miembro alcance un nivel de vida mínimo aceptable. El límite de tal concepto en palabras de Salvat, es que no produce sociedades bien ordenadas, pero además sería necesario incorporar en la provisión necesaria de los bienes a la educación como bien primario y por último definir la justicia de la igualdad de oportunidades supuesta en la distribución de los bienes socialmente necesarios, porque de otro modo, deberíamos aceptar que las diferencias entre las personas devienen de una especie de evolución natural que reparte desigualmente los talentos.

En el marco ético normativo de Rawls, así se comprende cuando se habla de la educación como un recurso al que hay que atender observando las diferencias de los menos favorecidos, y sólo focalizar en los más talentosos cuando ello suponga una utilidad mayor a toda la sociedad. Pero esto último no mina el principio de justicia y equidad, por cuanto los menos afortunados, reciben en un inicio, iguales recursos. Quedan asì excluidos del mérito la cuna, la clase, el color de los ojos, la etnia, y un largo etcétera que tan bien conocemos en Chile.

Concluye el autor señalando que desde esta perspectiva, la educación no podría conceptualizarse como un bien privado de responsabilidad única de la familia y de provisión privada. Adherir al marco propuesto por Rawls, posibilitaría entonces abordar también las preguntas más profundas acerca de la sociedad en que queremos vivir, puesto que la definición misma de sus fines requeriría un acuerdo profundo desde el sentido de justicia compartido y socialmente aceptado. Esto último puesto que la garantía de os derechos cívico – políticos deberían ir de la mano del aseguramiento de los derechos sociales, económicos, políticos y culturales.

Actualidad de Rawls, en la lectura de Salvat.

Hay 50 colegios tomados en la Región Metropolitana, de los cuales, siete fueron desalojados por la fuerza. El movimiento social que se ha allegado al movimiento estudiantil que permanece irritado desde el año 2006, marca un apoyo evidente a sus causas. Con el paso de los años, las causas reivindicativas se han ido expandiendo y construyendo un sentido común acerca de la justicia que queremos y del sentido de la equidad que estamos buscando.  Su actualidad se prueba en el hecho de que no hay un solo candidato presidencial que no haya hecho referencias a sus demandas.

Pero eso no significa que en la discusión pública, la pregunta por la educación que queremos o la sociedad que quisiéramos construir esté presente. Más aún, las políticas públicas siguen descansando en estándares de pruebas de medición externa, cuya ampliación es equivalente a la sospecha que como sociedad sostenemos respecto de nuestro sistema educativo.

Es difícil administrar esta crisis en los colegio tomados, sin considerar el diálogo y la construcción de un sentido común de lo que queremos y de salvar las distancias entre ello y lo posible. Así se ve por ejemplo en el Instituto Nacional, donde una comunidad quebrada ha cerrado sus zonas de diálogo y ha puesto en crisis a sus instituciones históricas permitiendo la emergencia de nuevos actores, más radicales, menos dispuestos al diálogo.

La construcción de un nuevo marco ético-normativo urge como un ejercicio de reconstrucción de lo que antes denominábamos el pacto social. Arrancar desde el diálogo veraz, basado en los principios de la justicia como valor común y el deseo de saltar de verdad la distancia entre los deseos y lo posible, de la mano de esos principios, parece en Chile una urgencia evidente. Construir los caminos y puentes para facilitar ese diálogo una tarea de primer orden.


 

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