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Publicado por
gonzalezm83
en
18:01
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El camino entre lo deseable y lo posible está plagado de frustraciones
y violencia hasta la aparición de una lógica que busca articular un diálogo con
alto contenido moral y ético, basado en el principio que trascendiendo a los
intereses particulares puede encontrarse
racionalmente un acuerdo básico de valor universalizable que ponga a las
personas en igualdad de condiciones orientando a través de máximas orientadoras
a las instituciones sociales y políticas.
Es el intento de Salvat
quien a través del texto, busca revisar los principales argumentos teóricos de
John Rawls y sus eventuales consecuencias para las bases fundacionales de una
educación en perspectiva igualitaria y democrática. Revisar el curso del
sistema educativo desde una mirada que pone en su centro las orientaciones
valórico-normativas para responder a las exigencias y demandas actuales de la
sociedad civil que en sus palabras, no son sino demandas por una sociedad más
justa y más democrática.
Y es que según el autor,
las demandas actuales no son sólo una crítica abierta al modelo educativo sino
que subyacen en ellas, más allá del ruido propio de las demandas sociales,
algunas preguntas de fondo: ¿cuál es el propósito de la educación chilena hoy?;
¿es posible realizarlas en una sociedad que reparte injustamente el capital
social?
En el contexto de las
interrogaciones, la hegemonía política y supremacía simbólica que los expertos tenían hasta años
anteriores, parece haberse diluido en medio de estas nuevas interrogaciones. El
cuestionamiento al tipo de sociedad que construimos que no se aísla ni se
diferencia de la interrogación más explícita por el modelo educativo, requiere
hoy un nuevo marco teórico para buscar desde allí sus respuestas, pues una
comunidad más política exige su discusión y justificación de la naturaleza de
las desigualdades para construir desde allí una idea compartida de justicia.
La politicidad del
discurso, parece provenir en palabras del autor, de la diversidad de los
actores que imprimen diversas miradas al conflicto, pero es natural a la
pregunta por la determinación de cómo se educarán los ciudadanos del futuro. La pregunta es al
mismo tiempo un ideal político y ciudadano. El discurso de los diversos sujetos
críticos y su irrupción, parece haberse tomado el escenario de “lo público”,
desplazando a los “expertos” y visibilizando con fuerza los motivos que dieron
origen a la crisis (mercantilización; inequidad; clasismo; el rol de lo privado
y lo público, entre otros).
De cualquier manera, las
voces parecen coincidir en una crítica abiertamente anti neoliberal y en la
dirección común hacia la exigencia de la reconstrucción de un sistema público
con mayores responsabilidades del Estado que garanticen equidad y justicia. El autor, agrupa en tres
dimensiones la crítica global: una primera dimensión respecto de la calidad; una segunda dimensión
respecto de las asimetrías de equidad; y una tercera dimensión respecto de la
segmentación social. Todas ellas dan cuenta de las limitaciones que la sociedad
chilena, al igual que el resto de las sociedades latinoamericanas, ha tenido
para incorporarse masivamente a la modernidad en condiciones de equidad.
Dos ideas fundamentales
pueden leerse en el texto al respecto: primero, es la estructura misma de lo
social y su ordenamiento el que imposibilita el ideario de justicia irradiando
este principio también hacia la educación; y en segundo lugar, la racionalidad
técnica parece haber fracasado en su modelo de modernidad. En ambos casos, la
pregunta que impone el movimiento social acerca del tipo de sociedad en que
queremos vivir nos compromete a todos y
no invita a todos a reflexionar sobre ella.
¿Por qué John Rawls
parece un marco teórico más apropiado que otros para comenzar la reflexión?
En primer lugar porque
dado el agotamiento de los marcos teóricos utilitaristas o simplemente
técnicos, es necesario buscar un nuevo marco
ético normativo y político; en segundo lugar porque Rawls conecta los
fenómenos sociales y políticos no sólo con la lógica económica, sino que la
amplía a las conexiones con la sicología y la política social; En tercer lugar
porque permite conectar el problema actual con los temas y desafíos emergentes
de género, la crítica al cartesianismo machista, las deliberaciones sobre
identidad, entre otros; por último, porque la perspectiva teórica de Rawls hace
énfasis en lo realizable, desde lo que es, articulando en ese espacio lo
deseable: se trata de emerger hacia un espacio de deseabilidad razonable.
Rawls pretende
construirse desde los juicios reflexionados de justicia trascendiendo a los
intereses individuales ya la razón
técnica para construir consensos sociales acerca de lo posible en un equilibrio
reflexivo. En esa construcción, el sentido de la justicia como equidad que
pretende resolver el conflicto clásico de los problemas morales de una sociedad
sujeta al principio de la escasez. En este sentido, Rawls logra establecer la
prioridad absoluta de la justicia por sobre cualquier particularismo del bien en una sociedad de la
escasez; la discusión pública de los fines, morales, sociales y políticos,
están garantizados a través de la cooperación social.
La cooperación social y
las razones de cooperación y diálogo que se sobreponen a las razones técnicas,
conducen a un consenso que recoge lo razonable del sentido de los fines de
equidad y de justicia junto con el sentido ciudadano del sentido de justicia y
planes de vida. Libertad y cooperación social formarían entonces un binomio
virtuoso que haría posible administrar con justicia y colaboración social el
problema de la escasez de los recursos.
Realizar el máximo de
libertad individual en un marco de equidad posible, construidos ambos sobre la
base de la colaboración social, serían las bases de un marco ético normativo.
Rawls da un sentido nuevo al concepto de “contrato social” pues lo sitúa
históricamente. EL resultado es la anticipación que su autor define como una
sociedad que garantía la libertad y la equidad a través de la posesión de los
bienes necesarios para que cada miembro alcance un nivel de vida mínimo
aceptable. El límite de tal concepto en palabras de Salvat, es que no produce
sociedades bien ordenadas, pero además sería necesario incorporar en la provisión
necesaria de los bienes a la educación como bien primario y por último definir
la justicia de la igualdad de oportunidades supuesta en la distribución de los
bienes socialmente necesarios, porque de otro modo, deberíamos aceptar que las
diferencias entre las personas devienen de una especie de evolución natural que
reparte desigualmente los talentos.
En el marco ético
normativo de Rawls, así se comprende cuando se habla de la educación como un
recurso al que hay que atender observando las diferencias de los menos
favorecidos, y sólo focalizar en los más talentosos cuando ello suponga una
utilidad mayor a toda la sociedad. Pero esto último no mina el principio de
justicia y equidad, por cuanto los menos afortunados, reciben en un inicio, iguales
recursos. Quedan asì excluidos del mérito la cuna, la clase, el color de los
ojos, la etnia, y un largo etcétera que tan bien conocemos en Chile.
Concluye el autor
señalando que desde esta perspectiva, la educación no podría conceptualizarse
como un bien privado de responsabilidad única de la familia y de provisión
privada. Adherir al marco propuesto por Rawls, posibilitaría entonces abordar
también las preguntas más profundas acerca de la sociedad en que queremos
vivir, puesto que la definición misma de sus fines requeriría un acuerdo
profundo desde el sentido de justicia compartido y socialmente aceptado. Esto
último puesto que la garantía de os derechos cívico – políticos deberían ir de
la mano del aseguramiento de los derechos sociales, económicos, políticos y
culturales.
Actualidad de Rawls, en
la lectura de Salvat.
Hay 50 colegios tomados
en la Región Metropolitana, de los cuales, siete fueron desalojados por la
fuerza. El movimiento social que se ha allegado al movimiento estudiantil que
permanece irritado desde el año 2006, marca un apoyo evidente a sus causas. Con
el paso de los años, las causas reivindicativas se han ido expandiendo y
construyendo un sentido común acerca de la justicia que queremos y del sentido
de la equidad que estamos buscando. Su
actualidad se prueba en el hecho de que no hay un solo candidato presidencial
que no haya hecho referencias a sus demandas.
Pero eso no significa que
en la discusión pública, la pregunta por la educación que queremos o la
sociedad que quisiéramos construir esté presente. Más aún, las políticas
públicas siguen descansando en estándares de pruebas de medición externa, cuya
ampliación es equivalente a la sospecha que como sociedad sostenemos respecto
de nuestro sistema educativo.
Es difícil administrar
esta crisis en los colegio tomados, sin considerar el diálogo y la construcción
de un sentido común de lo que queremos y de salvar las distancias entre ello y
lo posible. Así se ve por ejemplo en el Instituto Nacional, donde una comunidad
quebrada ha cerrado sus zonas de diálogo y ha puesto en crisis a sus
instituciones históricas permitiendo la emergencia de nuevos actores, más
radicales, menos dispuestos al diálogo.
La construcción de un
nuevo marco ético-normativo urge como un ejercicio de reconstrucción de lo que
antes denominábamos el pacto social. Arrancar desde el diálogo veraz, basado en
los principios de la justicia como valor común y el deseo de saltar de verdad
la distancia entre los deseos y lo posible, de la mano de esos principios, parece
en Chile una urgencia evidente. Construir los caminos y puentes para facilitar
ese diálogo una tarea de primer orden.
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