jueves, 19 de septiembre de 2013 | |

Innovar está lejos de planificar en Educación

La mayor parte de quienes trabajamos en educación, vivimos obligados por nuestras creencias implícitas, cuñas de formación universitaria desgastadas y vetustas, y por la costumbre de viejas prácticas venidas desde el siglo pasados, a planificar. Planificamos estratégicamente, planificamos con el último chiche postmoderno del Balance Scorcard, planificamos como si en ello hubiera un mantram sagrado que asegurara los cambios o los buenos resultados de la gestión.

Cuán lejos está la aproximación clásica de la planificación de la necesidad de innovar en nuestras escuelas. Cuán lejos se encuentran las recetas que aun hoy las Universidades se ufanan en enseñar traídas desde quién sabe qué capital del imperio. Que esquizofrénica es la actividad de la planificación así pensada en términos del Balance Scorecard cuando se mira a la luz de la bibliografía progresista; cuan lejos del  problema que el mundo digital y cambiante le impone al colegio se encuentra esta fosilizada máquina de la planificación.

En primer lugar todas las formas clásicas que desarrollamos hasta hoy de planificación suponen una meta estática a la que se llega con un programa lineal y coherente, racional - instrumental, que en tanto tal, se define por su verticalidad. El resultado proviene frecuentemente de la revisión de los recursos disponibles y nunca de los desafíos existentes. Por si fuera poco, las planificaciones destacan por la certidumbre desde la que arrancan, y pocas veces de la búsqueda o la duda.

Planifcar en los colegios -públios y privados- supone partir desde el más sólido y rocoso cimiento: un curriculum inamovible, certero, férreo al que no osaría tocar ni rozar siquiera. La certidumbre misma de su inamovilidad es lo que ya antes de iniciar la planificación me constriñe a resultados más que previsibles, con instrumentos más que conocidos, de manera rectlinea y repetida. El gran milagro del chiche postmoderno del Balance Scorecard, es la invitación a hacerlo desde la Misión - Visión de la organización, como si en ello hubiera una gota de creatividad colectiva o de desafío innovador.

Esas metodologías de planificación ignoran pues que la innovación es el gran reto epistemológico que cae sobre las escuelas desde que se inventara la imprenta. Desconoce que hasta ahora no ha sido ni "en" ni "desde" la escuela que ha surgido la llama de la creatividad, y que lejos de aquello, la apagamos con mucha más frecuencia de lo que creemos. Los métodos tradicionales de planificación son y han sido hasta ahora -aún cuando tengan sofisticados nombres en inglés- culpables de cuasi delito de homicidio, porque al menos:

  • Provocan un movimiento inercial de la organización y del curriculum hacia una meta que al cabo de poco tiempo ya habrá cambiado en su naturaleza y temporalidad por el solo hecho de buscar su logro y de lo cual la escuela no se entera nunca.
  • Predisponen a una actitud vertical y de control que ahoga la creatividad y la innovación y están lejos de generar poder compartido en las comunidades escolares. 
  • Disponen de los recursos existentes como datos de certidumbre previa, achicando las posibilidades de soñar con innovaciones y suponen un uso lógico-racional-instrumental del recurso humano. Justamente al contrario de lo que ocurre en el mundo fuera de la escuela. 
  • Predisponen a fosilizar el curriculum porque su carácter lineal y vertical nos obliga a mantener al menos alguna variable inmóvil.
Si el mundo fuera más parecido a una escuela moderna como cualquiera de las nuestras, aún escribiríamos con lápiz y papel, ninguno de nosotros tendría una cuenta en Facebook y no estaríamos ahora leyendo este texto.

Porque el gran reto de nuestras escuelas es la innovación, porque la actualización de las escuelas pasa por volver a pensar en nuestras formas vetustas de planificar, porque de otro modo no habremos hecho frente al gran relato que la humanidad tiene enfrente: la sobrevivencia de una especie amenazada por la velocidad del cambio, es que nuestros modelos de planificación debieran:
  • Conservarse como espacios de plasticidad, flexibilidad y libertad, en donde el futuro es visto más como una "imagen/objetivo" que como un "objetivo-inmóvil".
  • Anticiparse a la inercia provocada por la certidumbre y fosilización del curriculum visto como un espacio de seguridad.
  • Identificar y alentar la aparición de "operadores creativos" que desafían las certidumbres en nuestros colegios, mujeres y hombres que tienen el talento de adelantarse en las coyunturas y los tiempos.
  • "Viralizar" las tareas de planificación escolar a través de los diversos espacios institucionales que el colegio posee.
No parece lógico que los equipos de gestión de los colegios de ninguna parte del mundo, habiten realidades planetarias donde todas nuestras creencias sobre el futuro estén cambiando con la velocidad con las que lo hacen, y al mismo tiempo habiten y construyan realidades escolares donde el futuro se petrifica y se hace evidente. No parece coherente ni comprensible que los cambios en el mundo provengan desde lo imposible hasta hacerse inevitables, mientras que los equipos de gestión de nuestros colegios intenten realizar los cambios apenas con lo que cuentan de seguro sin pensar siquiera en lo probable.

Finalmente, me parece que la planificación, en tanto intento de lo nuevo, debiera comenzar a emerger en nuestros colegios desde la conversación que permite anticipar plástica y creativamente el futuro, aunque ello no sea hoy por hoy más que una utopía.

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