domingo, 16 de febrero de 2014 | |

La banalidad del progresismo

Leve se ha hecho el progresismo, una especie de epidemia absurda se apodera de sus venas. Tanto que se repiten al hartazgo las columnas de Peña que se escribien para el Mercurio pero que todos repiten hasta hacerlas vomitivas, como si el soporte para el que fueran escritas fuese inocuo, algo así como si el medio debiera sernos indiferente. Hasta allí llega  la levedad de nuestro progresismo.
Se ha hecho banal desde que la crisis de su discurso terminó por asimilar que el capitalismo, o bien es indestructible o bien su fin es inimaginable. Para los primeros, Nueva Mayoría qua discurso, el desarrollo de su conveniente connivencia con las reglas escenciales del capitalismo, lavó su conciencia sobre la base de "cristianizarlo"; para los segundos, la banca rota es aún peor porque atrincherados en una especie de fundamentalismo taliban, no estamos disponibles para alianza alguna que no signifique la aventura asimoviana de destruir el capitalismo.
La levedad es el resultado de su parálisis. El silencio, la estrategia para evitar las disculpas.

0 comentarios: