domingo, 4 de mayo de 2014 | |

¿De qué hablamos cuando hablamos de "futuro" y de su variable más probable, "las amenazas a la superviviencia de la especie humana"? (1)

En varios de mis artículos escritos hasta la fecha en las que me atrevo a hablar sobre el futuro, siempre desde la perspectiva de la educación, me he referido somera y superficialmente a un tópico que hace fuerza en mis argumentos sobre la naturaleza del cambio en vistas del futuro. Me he referido a un futuro incierto y líquido -del que he hecho referencias bibliográficas y caracterizaciones muy personales- y a las amenazas que cierne ese futuro a la supervivencia de la Especie Humana.
 
Cuando me he referido a ello, he sostenido que le toca y le seguirá tocando a la educación formalmente organizada un papel muy importante sobre esa variable específica del futuro. Hasta aquí, no me he atrevido a pensar más fríamente en algo que no era más que una intuición, pero que he creído muy importante para cualificar las discusiones que sobre educación estamos teniendo.
 
No creo que esta sea una discusión relevante para mi país ni para ningún país de la región latinoamericana porque nuestras élites no están pensando en el futuro, y porque nuestros tomadores de decisión no son ni de cerca lo suficientemente inteligentes como para preverla. El hecho que cientos de miles de palabras, toneladas de papel de diario y millones de minutos se estén dilapidando en la discusión acerca de si deben o no seleccionar en el ingreso los colegios emblemáticos es un ejemplo de aquello. Discutimos en el Chile presente una medida que sólo cabe distinguir como un anexo de cualquier política pública, que no debiera ocupar sino un anexo, pero lo hacemos como si se tratara del verdadero futuro. No es así y es una lástima. Marcela, Directora de uno de ellos, lo reclama en el documento anterior de este sitio y posteado desde el diario electrónico El Dinamo, cuando señala que existen otros tópicos más relevantes que debiera formular una verdadera y profunda política pública de cambio, como el número de horas lectivas, el número de alumnos máximo por sala, el estatuto docente, la reflexión sobre el curriculum y un largo etcétera.
 
Entonces ahora siento que ha llegado el minuto de ponerme a pensar en aquellas dos variables que he mencionado y que no he sido hasta ahora capaz de profundizar. Me refiero a la forma que está tomando ahora el futuro, y a la variable más importante que lo está empezando a definir: la amenaza a la supervivencia de la especie humana. Me dedicaré en estos días a escribir sobre aquellas dos cosas en particular. Pero deseo avanzar con una mirada general para delimitar mi campo de acción.
 
1. Sobre la forma del futuro.
 
Todos fuimos educados en una concepción lineal del tiempo según la cual todo lo que hicimos en el pasado tiene un efecto sobre el futuro. Esto es lo que se llama el efecto de causalidad. Sólo podemos ver el futuro desde las acciones presentes y obtener consecuencias claves desde el análisis del pasado. Este principio del historicismo, nos convoca a pensar de manera unívoca sobre el presente: "somos hijos de nuestra historia". Sin embargo, no estamos exactamente predestinados ni encadenados por ella. La naturaleza humana consiste en parte en desafiarla a través de su interrogación.

Pero, en principio el futuro sólo podemos imaginarlo, recordando analíticamente el pasado. No resulta así sin embargo en todo orden de cosas. Por ejemplo, podemos ver el pasado de millones de años a través de la observación de las estrellas, pues lo que observamos ahora a la distancia de millones de años luz, ya ocurrió. Otro tanto, pero en sentido contrario, ocurre en algunas materias de la vida social. Quién no ha viajado al Primer Mundo y visto el futuro: los viajes comunes a mayor velocidad que el sonido en los trenes ultra rápidos, o los trenes que se manejan solos de manera automática en algunos aeropuertos, o las escuelas abiertas en base a un currículo de proyectos, en fin, son cosas que no ocurren hoy en el Tercer Mundo, pero que tal y como el tren subterráneo o el uso masivo de las tarjetas de crédito algún día estarán aquí para nuestra sorpresa.
 
Igual que en el viaje de los observadores galácticos, eso está ocurriendo, sólo que lo hace a una distancia sideral de nuestra vida cotidiana, por muy globalizado que el mundo se encuentre y por muy rápido que ocurra la conversión científico tecnológica. Está ocurriendo en el futuro de nuestro presente.
 
Mientras tanto ello ocurre en el futuro de América Latina, el presente del Primer Mundo se aleja a pasos agigantados. Si tuviéramos que medir al mismo modo en que lo hacen quienes observan el pasado de las estrellas para saber qué tan atrás en el tiempo está ocurriendo lo que se ve, podríamos utilizar el indicador PISA 2012 - 2013 que mencionara en otro artículo: la región latinoamericana se encuentra a treinta años de distancia en promedio respecto de los países más adelantados de la zona asiática. Y en la misma perspectiva de los números agreguemos respecto del presente que nos permite leer el futuro otras cifras:
Hay 854 millones de latinoamericanos que pueblan este continente, y cerca del 20% de ellos viven con menos de 2 dólares americanos diarios como sueldo autónomo. La situación no es diferente en el resto del mundo de acuerdo a lo que indica el Banco Mundial:
 
La situación en el sudeste asiático y la región subsahariana del África parecen las más críticas. La situación es de riesgo mortal si lo examinamos junto a otras cifras mundiales:
 
 
 
 
Esas cifras tienen un corolario evidente en la tasa de Mortalidad Infantil y su distribución en el mundo:
 

 

 
La situación mundial en el presente es de tal naturaleza que el propio Banco Mundial lo ha reconocido en su documento "World Development Report 2014" como una situación de "riesgo". De forma optimista, el Banco Mundial indica que hay cuatro áreas de riesgo que ofrecen (eufemismo de por medio) oportunidades de desarrollo: Vacunaciones; Mejoramiento  de los Sistemas Sanitarios; Sistemas de Alerta temprana; Intervención Nutricional.
 
 Hasta aquí el presente nos permite observar la resilencia de la pobreza, la dureza de sus números y la demarcación zonal en el globo terrestre.. Marcan además una categoría nueva para el análisis: representan una zona de riesgo porque para ellos y ellas, hombres, mujeres y niños, tres puntos porcentuales de cualquier PIB no alcanzan para aumentar ni un punto sus empleos ni les permiten crecer un punto sus salarios autónomos. Sin la intervención inteligente del Estado, no hay superación posible de las zonas de riesgo.

Sin embargo, las zonas de riesgo viven en el mismo planeta, involucrados e interconectados -quiéranlo o no- a una economía global caracterizada por Hergreaves como una "sociedad  del conocimiento". Las cifras indican sin embargo que aunque todos producen para este eufemístico mundo del conocimiento, no todos disfrutan de él:


 
 El resumen de los cuadros de información indica que el consumo de los computadores crece a una velocidad vertiginosa, lo mismo que la conectividad con internet, pero que ambas cosas ocurren en velocidades distintas y con asimetrías. El corolario, es el número de patentes que se producen o se inscriben en el mundo, el lugar donde se originan y el nivel de concentración con el que ocurren. En el mundo interconectado del conocimiento las patentes industriales dan una buena cuenta del crecimiento económico de punta, permiten sospechar desde dónde se está produciendo el conocimiento, hacia dónde se dirige, dónde queda el capital producido por la invención y hacia dónde colonizará en el futuro.
 
Es al mismo tiempo interesante observar algunas variables al respecto: 
  • el número de patentes industriales se concentran generando verdaderos clúster del conocimiento que tienden a concentrar su producción y el efecto de los círculos virtuosos en las economías del primer mundo.
  • Los países que más patentan en materia digital que es lugar de la Revolución actual del conocimiento son Estados Unidos, Corea, Japón y Taiwán.
  • El Profesor  Sir David King, trabaja en la Secretaria de Asuntos Exteriores de Gran Bretaña a cargo de la Representación Especial para el Cambio Climático y ha hecho mención en dos oportunidades distintas a dos hechos relacionados: en primer lugar, que el 85% de la producción científica del mundo la producen ocho países (EEUU, Canadá; Francia, Reino Unido, Alemania, Japón, Italia y Holanda; en segundo lugar, que la economía del mundo hoy depende de los cheaps computacionales pero las fábricas siguen dependiendo del combustible en base a carbón.
  • En ambos casos, son los países más ricos del mundo los que están produciendo la mayor cantidad de inteligencia, que suministran la más virtuosa cadena de producción que suma más crecimiento al PIB mundial. El resto vive de lo que sobra a través de investigaciones asociadas (11 millones de citas a revistas científicas norteamericanas las transforman en bases de consulta cinco veces más visitadas que sus más cercanos perseguidores en Europa) o bien de papers sobre lo que ya se ha hecho o bien a través de lo que hipócritamente se denomina la variable indirecta de adhesión de Investigación y Desarrollo producida por la Inversión Directa de Capital Extranjero.

Nada indica que estas variables estén cambiando; no hay un solo gobierno en la región que esté llevando a cabo planes para el desarrollo de áreas económicas con miras al futuro; nuestras políticas públicas siguen siendo igual de obsoletas que hace veinte años; el nudo gordiano de un capitalismo subdesarrollado que tiende a la concentración de la actividad económica y su maridaje con la política parece no disminuir; los bolsones de pobreza y de ingobernabilidad parecen recrudecer los efectos de un Estado que se autodiluye en políticas neoliberales que nadie en el mundo estaría dispuesto a soportar excepto nuestra región.
 
El presente permite mirar hacia el futuro. El presente no es lo único con características historicistas porque el futuro no es sinónimo de cambio ni de progreso desde la muerte del sueño victoriano tras la Primera Guerra Mundial.

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