Es interesante observar la ingenuidad con que los problemas del colegio
son vistos desde los observadores externos a su vida. Exteriormente, la escuela
tiene una vida que parece simple, ramplona incluso. Tanto que desde el año 2006
no teníamos una profesora con experiencia de aula en el cargo de Ministro. Y antes aún,
varias decenas de años.
Y es que la simpleza de la dinámica escolar parece ser un tema que
cualquiera pudiera advertir, y mucho más aún, administrar. Los problemas, se
diría en esa lógica, comienzan cuándo se habla de currículo o de evaluación,
pero antes, antes son un tema técnico y si se quiere complejizar el asunto, un tema
de liderazgo en la gestión. Lo más parecido a la metafísica que usted podría
encontrar.
Para los que trabajan en las escuelas con nombre y apellido sin embrago, la gestión,
el liderazgo, el cambio y la renovación de las prácticas diarias son un
fenómeno mucho más complejo: son todos ellos un fenómeno eminentemente político.
Así lo han visto algunos teóricos que han abierto un amplio y novedoso
espacio de investigación al que han denominado “la micropolítica”. En esta
dimensión académica, “las personas que constituyen y van construyendo la
organización escolar, ponen en juego intereses y capacidades de poder
diferentes. A través de ellas los individuos y grupos consienten, establecen o
defienden espacios de poder, intrigan y
se movilizan para promover sus planteamientos ideológicos y prácticos y, en
general, sus intereses, intenciones u objetivos dentro de la organización.
Tales relaciones, que generalmente se sitúan en el plano de lo informal o,
incluso, lo implícito suelen denominarse genéricamente, con el calificativo de
micropolítica” (María Teresa González, Las Relaciones Micropolíticas)
Notará en primer lugar que la experiencia micropolítica así definida no
se relaciona con las instituciones clásicas de resistencia como el sindicato o
el bienestar de los profesores y auxiliares sino a una práctica común de
resistencia, colaboración, e incluso intriga de los sujetos naturales en los
que se pone en juego sus concepciones ideológicas y sus preconcepciones sobre
lo que el poder de la comunidad puede, debe hacer. He aquí un aspecto novedoso en la mirada académica,
porque entiende que todos los sujetos de una escuela, son sujetos políticos con
agenda propia y con capacidad de movilizarla.
En segundo lugar, la novedad de este marco teórico es que deja atrás
esa mirada un poco ingenua en la que la escuela y en general, toda forma de
organización productiva microscópica socialmente hablando, tendía naturalmente
al consenso con los juegos de presión (siempre colectivamente observados)y
cesión como instrumentos de construcción del consenso. La historia más moderna
de desmembramiento y atomización del individuo permitieron ver aquello que
antes las grandes organizaciones de poder habían dejado invisibles: cada sujeto
es un sujeto de poder.
Y he aquí un tercer elemento interesante para los tomadores de decisión:
las reformas, por pequeñas e insignificantes que sean, fracasan a veces, no
porque los profesores sean malos o no entiendan el sentido de las mismas ni
porque haya un acto premeditado de sabotaje, sino porque cualquier cambio al interior de la
escuela, remueve o intenta al menos cambiar el equilibrio micropolítico y con
ello modificar las agendas individuales en el balance del poder (Joseph Blase,
Las micropolíticas del cambio educativo, Universidad de Georgia, USA).
Entonces, las personas que trabajamos en las escuelas, en cada una de
ellas, tenemos agendas o intereses propios que movilizamos de acuerdo a nuestro
interés particular o bien conforme a nuestras concepciones previas e incluso
nuestros convencimientos ideológicos y utilizamos nuestras cuotas de poder para
mantenerlas en el tiempo. Creer por otro lado que el consenso es una cuestión
natural a toda organización resulta en esta concepción, tan ingenua como torpe.
Por último, nada de estas concepciones escapa a ninguno de los estamentos que
usted pudiera observar en su colegio: no escapan de él ni los estudiantes, ni
los padres, ni los profesores ni los auxiliares ni los directivos.
Las escuelas suelen adaptarse a estas dinámicas que parecen el lado
oscuro de la fuerza, pero que son profundamente naturales. Esas dinámicas relacionales suelen
terminar institucionalizándose de manera que los sujetos se naturalizan a lo
que González llama “patrones relacionales”.
Es muy probable que el
conjunto de esos patrones relacionales, constituyan el tejido vivo de lo que
llamamos hasta ahora “cultura escolar”. En este punto resulta muy importante
aclarar que la cultura escolar es el continente donde se desarrolla el “clima
escolar” (A new model of school
culture: a response to a call for conceptual clarity, La Tefy Schoen and Charles Teddlie, North
Caroline University).
Si la cultura escolar entonces, se teje en la distribución,
administración y dinámica del poder en la institución, entonces de ella depende
en gran medida el clima escolar en el que usted trabaje. Si la gestión no cuenta con el apoyo de los
líderes entre los padres y docentes, si los docentes ven un liderazgo
autoritario, si las agendas no se hacen colaborar entre ellas, si se
invisibiliza a los sujetos y se anulan sus agendas propias, entonces lo más
probable es que usted tenga una escuela paralizada. Si por el contrario, la
gestión construye alianzas, si visibiliza las agendas de las personas, si el
diálogo y la innovación tienden a ser tan horizontales como se pueda, entonces
usted estará cerca de una comunidad de aprendizajes.
Desafortunadamente nos acostumbramos en Chile a las reformas caídas del cielo, instaladas estructuralmente hablando para armarse como legos en las escuelas. Ninguna de las reformas que se han desarrollado en el período que vivimos desde 1989 en adelante, ha sostenido una visión teórica de la escuela como un órgano político en sí mismo y mucho menos como un conjunto de individuos con poder. Los profesores, sus actores más visibles, son siempre o torpes o no quieren trabajar, o simplemente no entienden. Las comunidades escolares son ignoradas y el currículo nacional no tiene otro sentido que el control autoritario. Mientras que en otras latitudes del mundo, las comunidades regionales pueden discutir políticamente elementos centrales del currículo, aquí los gestores terminan siendo administradores de un currículo instalado y las comunidades acompañantes del proceso educativo.
La clausura de la política sigue siendo a nivel macroscópico y microscópico, el pan nuestro de cada día y los profesores "siguen boicoteando las reformas".
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