jueves, 30 de abril de 2015 | |

Eyes Wide Shut

Stanley Kubrick era un gran cineasta. Uno cuya marca era la mejor narración de un relato inmerso en un océano de símbolos. Eso permitió que Odisea 2001 fuera tan comentada hasta ahora en un intento por desentrañar el silencio del propio autor respecto de su simbología, e hizo de su última obra, "Eyes Wide Shut" (Ojos bien cerrados) una obra maravillosa sobre el poder y el amor sencillo y último.

En la película, el Doctor William Harford, un ascendente hombre de la clase media que atiende pacientes de la aristocracia neoyorkina, desata su curiosidad hasta adentrarse en el oscuro mundo de una sociedad secreta de hombres y mujeres ricos. En los ojos del protagonista, Kubrick nos abre las puertas del poder sin límites en medio de una orgía. Tras los costos emocionales y hasta policiales de su inmersión, el Dr. Harford se confiesa ante su mujer -Alice- quien le contesta que han tenido suerte de sobrevivir, y que "una noche no es toda la vida", a lo que su esposo el Dr. Harford le replica que "un sueño no es sólo un sueño". Ambos deciden volver a casa, y "hacer el amor con los ojos bien cerrados".

Como en la película de Kubrick, los chilenos y chilenas hemos sido invitados a observar por televisión y por radio la orgía de nuestra oligarquía pueblerina. Como en la película, la trama del poder chilensis se abre ante nuestros ojos progresivamente hasta causarnos asco y sensación de despojo.

Jorrat, Bachellet su nuera y su hijo, los hijos del Senador Pizarro, Jovino Novoa, la Secretaria de la UDI, el chofer y su mujer, Angela Jeria, Estela Ortiz, el Ministro Peñailillo, en fin, la lista es tan larga y el nivel de conexiones tan complejo que su sola narración resulta ya un ejercicio tan vergonzoso como intrincado. El punto es que al igual que en esa maravillosa película de Kubrick, hemos descubierto que existe un mundo de poderosas personas que se hayan más allá del bien y del mal y que su poder es tan absoluto como abyecto. Igual que en "Ojos bien Cerrados", el ciudadano común ha perdido algo de su ingenuidad tras el velo descorrido de su ignorancia. 

Para quienes denunciaban cual voces en el desierto la incestuosa relación entre el dinero y la política, una falsa sensación de triunfo llena hoy sus pechos. Es la misma sensación inicial del Dr. Harford quien ha descubierto a esta sociedad secreta a la que incluso aspira en algún momento a formar. Para quienes no sabían o  sospechaban siquiera un detalle de lo que se ha mostrado, seguramente una sensación de vacío y náusea se cuela en su espíritu. Para quienes desean seguir crédulos, la venda del pianista que interpreta la música de la orgía en Kubrick, seguirá allí para cautelar su ingenua cobardía. 

No importando en qué grupo me encuentre, no deseo olvidar dos cosas importantes para mi vida: primero, que estas personas están más allá del bien y del mal, cuestión que el gambito de Jorrat jugado por la propia presidenta a plena luz del día certifica. Segundo, que el único lugar puro y honesto mide dos plazas en mi casa.

Volveré a casa, "a hacer el amor con mi esposa, con los ojos bien cerrados" porque de esta orgía, ya he tenido suficiente.


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