domingo, 5 de junio de 2016 | |

Se despiden los hijos de la Revolución, desagradecidos de siempre

Los hijos de la revolución son siempre desagradecidos
Ursula K LeGuin

Tras veinte o treinta años de democracia y buenos números en la economía, hemos terminado por cosechar aquello que sembramos: hijos de la abundancia. Niños y niñas que crecieron de padres que se juramentaron que sus hijos no se bañarían por partes con una tasa que recogía el agua caliente que mamá calentaba en la cocina en una olla; niños de padres que hicieron lo posible y lo imposible por educarlos en colegios bilingües y llevarlos a esas buenas universidades, para que se codearan con los privilegiados de siempre.

Esos hijos, ahora maduros, creyeron que se podría aspirar a los más altos valores que toda democracia liberal promete a su pueblo, bienestar para todos. Su sueño se haría realidad lejos de los dogmatismos antiguos, transitarían entre las aguas del liberalismo y el socialismo. Después de todo, en un mundo donde los sueños épicos y los mega relatos se han terminado, no hay ningún pecado en recoger lo mejor de los destrozos. Y lo hicieron.

Aprendieron de sus personales lecturas de Gramci, que la conquista del poder no se hace con el pueblo, porque el pueblo es una entelequia miserable que sólo trae más pobreza; aprendieron que la conquista se hace desde arriba, entre las capas pensantes que susurran al oído de quienes toman las decisiones. Coparon los ministerios donde la Nueva Mayoría no tenía proyecto de cambio y probaron las fortalezas de sus nuevas ideas. Ocuparon los buenos apellidos de sus padres, sus títulos universitarios, sus magísters y sus doctorados en el extranjero para hablar en un idioma al que los viejos políticos no estaban acostumbrados, los deslumbraron con esta heterodoxia nueva y este lenguaje foucaultiano sobre el poder, el lenguaje y el control. Usaron sus celulares, sus tablets y sus facebooks. Coparon algunos espacios sociales donde la Nueva Mayoría ya casi no existía y con el facilismo del discurso anti comunista se hicieron ricos.

Cuando la borrachera terminó, ellos ya estaban en la cumbre. Se bajaron del barco justo a tiempo, volvieron de las agregadurias culturales en el extranjero. Nueva York porque nadie iría en sus sano juicio a Asunción o a Kinsasa, la primera está llena de vacas y la segunda de negros. Renunciaron a sus puestos en el gobierno, todos altos puestos porque es difícil andar por la calle con Gucci. Se volvieron críticos del gobierno, porque en el fondo la gorda fue siempre anti estética pero se podía aguantar mientras tanto.

Y ahí están ahora, devorándose a sus padres. "Neomapus", "Mapus-Iphnoe", "Mapus-Dolce- Gabana". Los tildaron con todos los epítetos desde afuera, como alertando a estos padres ingenuos que les cedieron cupos en su gobierno. Pero la vetusta "clase política" hizo oídos sordos porque en el fondo se intentaron vestir de es glamour nuevo y vistoso de estos nuevos nuevos  gatsbys de modo Fitzgeraldiano, que hablaban en una lengua nueva y seductora, opiacea y anodina, pero que finalmente no deja de ser desagradecida. God Bye Democratic Revolution, good luck!! se los desea, "un observador también, que miraba hacia arriba con asombro. Yo estaba adentro y afuera, al mismo tiempo encantado y molesto con la interminable variedad de la vida."




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