Cada tanto Chile cambia. Y cambia nos guste o no nos guste, contra el viento y la marea, muy de la mano y a renglón seguido de la dirección en que sopla el viento del mundo. Como en toda época y lugar, el cambio suele tener la cadencia pendular de anunciar grandes variaciones a la regla, para luego volver a un nuevo centro (recto camino del medio) ligeramente pasado para la punta. Y así suma y sigue la historia patria.
Así también, puede que el movimiento pendular y su refractario movimiento hacia el centro te guste, o no te guste y sin embargo se mueva. Puede que el nuevo centro al que te empujen las nuevas ideas y los cambios, no se parezca en nada a como te dijo tu mamá que debía ser la vida. Puede que incluso te perturbe y te avergüence. Pero lo que no podrás negar es que las cosas cambian. Para bien, y para mal.
En los últimos años, el aumento explosivo de las libertades individuales (otro de los movimientos pendulares) dio como resultado, una verdadera explosión social que, dejó ver tras la tormenta, la llegada de un sujeto social cada vez más heterogéneo. El viejo y gastado "pueblo", sesentera categoría sociológica, dio lugar a un todavía más manoseado "movimiento social", categoría tan propia del mundo postmderno. Tras la explosión, nos dimos cuenta de que no había un solo actor del movimiento social y que las categorías con las que explorábamos el fenómeno "pueblo" se habían vuelto estrechas. Surgió así el instrumental de las "tribus urbanas" y creímos que hasta ahí la cosa porque, la heterogeneidad había destruido la posibilidad de un relato único, epopéyico y utópico, como la idea de la revolución.
Los conservadores, ahora neo conservadores, felices, sacaron cuentas y nos dijeron señores, se acabó la fiesta. Se terminó la historia sentenciaron presuntuosos. Creyeron que habían clavado al péndulo.
Pocos años después y terminada la decadente década de los ochenta, empezamos a mirar con más detalle al movimiento social y, miramos aquello de lo que poco nada habíamos descubierto. El milenario mundo homosexual estaba haciendo su aparición pública, transformado ahora en movimiento social, exigiendo desde milenios de oscuridad y de ignominia, el reconocimiento de sus derechos postergados. Maricas, Colitas, Lesbianas, Lelas, Maricones, Gays en su versión más siútica empezaron a asustarte. Era el péndulo que corría de modo inexorable el velo que tendimos siempre sobre lo que nos asusta.
Lemebel, nuestra versión criolla de Jean Genet, se convirtió en ícono sagrado de los mismos izquierdistas que habían, poquito antes, levantado la prohibición de ser homosexual para ser comunista. Y el miedo se fue sofocando, pendularmente.
Ser colita ya no asusta a (CASI) nadie. Era inevitable. Porque el movimiento social que ganó referencia y visibilidad con jeans apretaditos y costosas fragancias no incluía al putito de diez de julio, ni al colita pobre, ni a la lesbiana madre e independiente. Era hipoalergénico. ¿a quién podría asustar?
Y se vinieron los dos mil. Y el divorcio, y la discusión sobre el aborto, y la marihuana, y los homosexuales en todas sus formas salieron sin agravio del clóset. Al menos los de apellido vinoso. Tener amigos y amigas homosexuales se tornó de buen gusto. Ser colita dejó de asustar a (CASI) todos.
Y la nueva explosión dejó al descubierto la nueva heterogeneidad del sector social. Y volvimos a asustarnos. Esta vez apanicamos. No creímos que fuera tan complicado. Porque ser colita es una cosa, ser transgénero era algo más delicado. Aún más incomprensible. Mucho más lejos de lo normal. Es demasiado joven como para ser cierto.
Qué pena que Lemebel ya no esté vivo. Tal vez podríamos entenderlo mejor.
Ser LGBT sí que te va a asustar. Porque no se parece en nada a la forma en que te dijo tu mamá que el mundo era. Te va a asustar porque estás viendo recién el primer movimiento del péndulo. Y te informo, que ya hay colectivos de teatro en los Liceos emblemáticos que están luchando por poner sus demandas de una educación no sexuada en Chile. Y si todavía crees que ser colita no asusta a (CASI) nadie, deberías esperar a ver cuando aparezcan los baños unisex, y no todas las personas sean identificables sexualmente por las vestimentas que usa, o el color del rubor en sus labios.
Sí, te va a asustar porque se están deconstruyendo los géneros y los sexos. Te va a asustar porque se están tornando porosos los límites que antes te daban seguridad. Vas a darte cuenta que ser colita, no puede asustar a (CASI) nadie.
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