Escribo en mi blog, a los 51 años de vida, habiendo nacido en una era analógica, en la que la velocidad de las relaciones y la producción del conocimiento no provocaban ni temor ni ansiedad. He crecido para ver realizado grandes cambio que afectan mi vida y la de las personas que me rodean, hasta hacer de ellas a la humanidad toda.
A lo largo de mi vida, en tanto habitante de un país pequeño, insignificante casi podría decirse para los fines del acontecer mundial excepto en contadas excepciones, he visto cambiar a mi vecindario en no pocas ocasiones. Si de dejar un testimonio se tratase, yo diría que el primer gran cambio al que asistí desde que comienzo a reconocer mi conciencia independiente, fue la elección de Salvador Allende. Mi casa se llenaba de jóvenes de melena y pantalones anchos, altos tacos y minifaldas, cargados de sueños. Como no tengo que mentir puesto que no estoy frente a tribunal alguno, yo diría que la Unidad Popular fue para mí el momento exacto en que empezaron a gustarme las mujeres. Supongo que el viento travieso y las cortas faldas, acompañado de los picarescos comentarios de mi padre que abrió su casa para pintar carteles, me hicieron un heterosexual tempranamente.
El siguiente gran cambio al que mi conciencia un poco más madura debió enfrentarse, fue precisamente el gesto contrario: el golpe de estado no representó sino el despertar al miedo, la conciencia del poder y de la maldad, representada en los pelos cortos y el alargue de las polleras. Mentir era una forma de vivir, mentir moviendo los labios sin cantar la canción nacional, mentir diciendo que no sabía nada, mentir diciendo que mi papá no era y menos mi mamá.
A continuación de la historia, el retorno a la democracia, el despertar de mi vida sexual y las flamas que precedían a las negras columnas de humo de neumáticos calientes se vinieron todos de sopetón para recordarme que el país, yo y el mundo estábamos de nuevo cambiando, globalización y apertura al libre comercio incluida.
Me alisto para observar el siguiente cambio al que mi vida consciente asistirá. La explosión de la clase media informada en el mundo de los medios digitales. Un sector para el que lo real es sólo aquello que puede tocar y medir. Alistándose a tomar el control del Estado y de las consignas, todas posibles. Todo podría ser público o privado, sólo sí puedo sacar algún provecho. Ya llegamos, aquí nos quedamos. Iletrados, hijos de "lo quiero todo aquí y ahora", bastardos de largos años de bonanza económica, hijos de los hijos del baby boom.
No veré, si Dios así lo quiere, la explosión. El momento en que no haya más que repartir. No veré el mundo en que mi generación, en esta tierra, deba jubilar y salir a repartirse a dentadas lo poco que nos dejaron. Las pensiones indignas y marchitas los obligarán a vivir con sus hijos y sus nietos, pagando apenas entre todos los altos costos de la energía y repartiéndose en la larga fila del baño a la hora de salir a trabajar. No veré a ninguno de mis congéneres recogiendo las sobras de una feria maltenida de flacuchentos zapallos italianos. Espero no estar aquí para ver la explosión. Porque si hay alguno que aún crea que "No + AFP" o "todos los fondos al Estado" o "5% solidario" va a salvarlos, se equivoca. No hay salida para esta generación de idiotas, hijos del boom demográfico que no ahorró porque creyó que vivirían por siempre en fiesta.
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