sábado, 24 de febrero de 2018 | |

¿Para què sirve la filosofìa?

Los nuevos genios del currículo, han propuesto eliminar filosofía y ciencias del programa escolar para tercero y cuarto año de Enseñanza Media. Son los herederos sino los mismos que promovieron alguna vez eliminar horas de historia y están al menos emparentados con aquellos que proponen hoy incorporar educación cívica al currículo y antes de eso eliminaron el francés.

Lo que está detrás de esta especie de sed de cambio es la angustia. La angustia de comprender que el mundo está cambiando para cerrar una era completa, rumbo a la incertidumbre más oscura en la que las viejas preguntas ya no alumbran en nada el camino, y en la que nadie sabe a ciencia cierta por dónde pasa la respuesta más adecuada. Es un avance al menos constatar que la angustia ya no es sólo mía, y que la comparten desde ahora cientos, sino millones de personas.

El problema es que las soluciones que nuestra "intelligentia" crea, son realmente complejas de entender. La única y más simple forma de leerlas, es respondiendo con ese viejo y sarcástico refrán: "cuando a la sociedad le pica, se viene a rascar a la escuela". Como si no hubiera otra institución educativa en el mundo entero, negándole de plano el carácter instruccional al menos a la televisión, a los periódicos; a las fábricas de los trabajadores; a las oficinas de profesionales; a los centros de madre; a las juntas de vecino; y en fin a cuanta institución humana existe en la cual se produce una interacción que va más allá de los puros fines productivos.

Como no hay más que la escuela, negamos en nuestra visión escolarizada, toda opción de integrarnos a un mundo que nos eduque, a un mundo que se preocupa en todas sus dimensiones del desarrollo humano. La mirada de la formación humana y con ello de una sociedad distinta, es jibarítica en nuestros tomadores de decisión, y como no ven más que la escuela, entonces recargan, descargan, rehacen y revuelven el acontecer de la escuela al mismo tiempo que la denostan con argumentos como "la escuela mata la creatividad". No hay más que la escuela en ese discurso, pero además, no hay más que una escuela, la que está en su imaginación, la que replican de haber visto charlas TED, o la que escucharon en un curso de sociología crítica en alguna universidad de las nuestras.

Si ese fuera el problema, entonces no sería tan difícil enfrentarlo. Bastaría con probar que hay en la sociedad muchos otros espacios educativos fuera de la escuela. Bastaría con mostrar experiencias en las que las fábricas son tomadas por el discurso de género y los compañeros tratan a sus compañeras como iguales. Bastaría con mostrar programas contra las adicciones que se hacen en algunos bancos de la plaza, o enseñar uno que otro esfuerzo alfabetizador de alguna buena Junta de vecinos. Pero es que el problema no termina ahí. Es un poco más complejo.

La mayor complejidad del problema radica en la naturaleza que esconde el discurso. Estamos frente a un discurso cuya proveniencia y domicilio es el pragmatismo puro. No existe aquello que no sirve. Para muestra un botón: Miguel Álvarez Lisboa acomete sin empacho ni verguenza la tarea en una columna del diario digital El Mostrador, y cito, "Lo que queremos son argumentos pragmáticos a favor de la permanencia de la filosofía en el programa escolar aquí y ahora. Y aunque pueda haber varios, me parece que el mejor es el siguiente: la Historia de las Ideas puede ser conceptualizada como la historia de errores muy tentadores cometidos por personas muy inteligentes. En ese sentido, de la misma forma como estudiamos Historia “para no cometer los mismos errores del pasado” o Economía “para no ser esclavos de las ideas ingenuas de economistas difuntos”, nuestros jóvenes deben aprender Filosofía para ponerse a resguardo de cometer los errores de ideologías fáciles y modos de pensamiento incorrectos. "

Alguien tendrá que decirle a Álvarez, que la belleza de la filosofía radica en que no sirve para nada. Del mismo modo, otro alguien deberá decirle que no se es cívico ni se construye polis con más educación cívica. Y esperaría que otros les recuerden a estos pragmáticos hombres y mujeres del currículo, que lo que les pica no está en la escuela.

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