Ya nadie cree en los milagros, ni siquiera quienes por profesión debieran creer. Incluso han inventado escusas para no creer: el tiempo de los milagros, dicen, corresponde al tiempo en que había que demostrarlo todo, ahora -nos aclaran- es el tiempo de creer. Creer ciegamente.
Y es paradójico porque es hoy más que nunca que se necesitan los milagros.
Y ya no los habrá si hemos de creerle a los profesionales del tema. Así vistas las cosas no queda más remedio que volverse un cinico, al modo de un perro griego.
Porque claro, alguien dirá que en el tema de los mapas del simce hubo errores inexcusables. Como colorear en rojo a las escuelas destinadas a atender a los niños y niñas con necesidades especiales, pero eso se arregla a la vuelta de un simce; más de alguien recordará que matemáticamente vale más un colegio que eleva su puntaje que uno que lo mantiene, aunque la diferencia numérica entre ambos ponga al primero bajo el promedio y al segundo sobre él, pero eso no se puede mapear. Y yo ya escuché decir que tras el mapa hay un desconocimiento acerca de la dificultad que los padres tienen de migrar hacia colegios con subvención compartida, y de la insana evolución del desnate de los colegios municipales de malos resultados, pero el mapa es una foto, no una película, menos una de terror.
Pero lo que no escuché hasta ahora, es de dónde viene la idea. Por qué un economista como Lavín, que sabe sobre la segregación del mercado educacional, cree que el mapa con banderas de color es útil.
Y estuve pensando que yo había leído hace algún tiempo un viejo texto que está en la base de la formación de todo economista serio, y Lavín es uno serio. Ese texto fue escrito en 1945 y publicado por la revista American Economic Review, y su autor era un joven economista llamado Friedrich von Hayek quien a la fecha de la publicación tenía 46 años.
Y es paradójico porque es hoy más que nunca que se necesitan los milagros.
Y ya no los habrá si hemos de creerle a los profesionales del tema. Así vistas las cosas no queda más remedio que volverse un cinico, al modo de un perro griego.
Porque claro, alguien dirá que en el tema de los mapas del simce hubo errores inexcusables. Como colorear en rojo a las escuelas destinadas a atender a los niños y niñas con necesidades especiales, pero eso se arregla a la vuelta de un simce; más de alguien recordará que matemáticamente vale más un colegio que eleva su puntaje que uno que lo mantiene, aunque la diferencia numérica entre ambos ponga al primero bajo el promedio y al segundo sobre él, pero eso no se puede mapear. Y yo ya escuché decir que tras el mapa hay un desconocimiento acerca de la dificultad que los padres tienen de migrar hacia colegios con subvención compartida, y de la insana evolución del desnate de los colegios municipales de malos resultados, pero el mapa es una foto, no una película, menos una de terror.
Pero lo que no escuché hasta ahora, es de dónde viene la idea. Por qué un economista como Lavín, que sabe sobre la segregación del mercado educacional, cree que el mapa con banderas de color es útil.
Y estuve pensando que yo había leído hace algún tiempo un viejo texto que está en la base de la formación de todo economista serio, y Lavín es uno serio. Ese texto fue escrito en 1945 y publicado por la revista American Economic Review, y su autor era un joven economista llamado Friedrich von Hayek quien a la fecha de la publicación tenía 46 años.
En ese texto, "El uso del conocimiento en la Sociedad", von Hayek argumenta implecablemente que el mayor problema de todo orden económico racional lo constituye el hecho de que el conocimiento sólo se encuentra disponible en paquetes fragmentados, dispersos, incompletos y frecuentemente contradictorios. De manera logicamente concluyente, nadie en ningun momento podría contar con todo el conocimiento disponible para resolver el problema económico, aspiración fundada en la creación de un modelo.
¿Cómo resuelve entonces el orden económico racional un problema como este?. Naturalmente la evolución del capitalismo hacia la especialización y la libertad, generan una solución parcial en la que cada individuo cuenta con un número no despreciable de señales que orientan la propia y particular planificación de sus actos económicos. Esas señales, al modo de la señaletica del tránsito, orientan y eficientizan la asignación privada de los recursos.
Así es, se trata del sistema de precios, que en un mercado capitalista no oligopólico, orientan nuestras decisiones y las hacen eficientes, desde el punto de vista la asignación de los recursos.
Ahora bien, el sistema educacional chileno está ordenado a través de un sistema de precios que regula un mercado libre, que además no tiene ningun rasgo oligopólico, así que las banderas bien podrían ser reemplazadas por un mapeo de precios, pero ello no orientaría al consumidor de un bien que por su naturaleza es de más compleja evaluación. Agreguemos aquí que la mercancía de la que hablamos, tiene un valor de cambio y un valor de uso, y que magistralmente ambos se manifiestan en el precio de mercado que alcanzan: no es lo mismo estudiar en un colegio de $300.000 que en uno de $30.000, no sólo porque el número y calidad de bienes a los que podrá optar como objeto de intercambio después de su consumo es diferencial, sino además porque el valor de uso al que los consumidores optan es de muy distinta apreciación social.
Considere por último que el valor social del trabajo que requieren uno y otro es considerablente diferente.
Pero entender el sentido del sistema de precios como usted pudo observar es un poco complejo, y además mal visto socialmente como modo de orientación en el mercado educacional. Vistas las dificultades, qué podría representar de mejor manera al sistema de precios en el mercado educacional. Qué podría orientar de manera más simple al consumidor en un mercado como éste; qué podría representar bien el valor de uso y el valor de cambio de este bien. Qué sistema de información o señalética podría orientar a quienes consumimos ese bien, pero disponemos de información fragmentada sobre el mismo. ¡Los resultados SIMCE!
Así que si usted ya no cree en los milagros, y ha decidido como yo actuar como un perro griego, despejemos de toda duda y adorno semántico el origen de la acción. El mapa de Lavín obedece a la orientación de consumidores en un mercado que por su condición no oligopólica, cuenta con información fragmentada y atomizada a menudo contradictoria.
Pero entender el sentido del sistema de precios como usted pudo observar es un poco complejo, y además mal visto socialmente como modo de orientación en el mercado educacional. Vistas las dificultades, qué podría representar de mejor manera al sistema de precios en el mercado educacional. Qué podría orientar de manera más simple al consumidor en un mercado como éste; qué podría representar bien el valor de uso y el valor de cambio de este bien. Qué sistema de información o señalética podría orientar a quienes consumimos ese bien, pero disponemos de información fragmentada sobre el mismo. ¡Los resultados SIMCE!
Así que si usted ya no cree en los milagros, y ha decidido como yo actuar como un perro griego, despejemos de toda duda y adorno semántico el origen de la acción. El mapa de Lavín obedece a la orientación de consumidores en un mercado que por su condición no oligopólica, cuenta con información fragmentada y atomizada a menudo contradictoria.
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