La palabra estándar proviene del vocablo inglés “standard”, que
originalmente se refiere a bandera o estandarte. La evolución de los emprendimientos
intelectuales y empresariales de nivel mundial la cubrió de un sentido nuevo,
cuya tarea sería igualar condiciones, definir puntos cardinales comunes, o lo
que en el vocablo usual llamaríamos la universalización del lenguaje y los
criterios para hablar un idioma común y realizar referencias comparables en el
tiempo y más allá de las fronteras.
Su utilidad es tan universal, que la palabra puede verse aplicada casi con
la misma raíz y sentido en las matemáticas, la física, la química y últimamente
en la educación.
Un estándar, de modo universal, se entiende pues como una referencia
formal destinada a hacer universal la comprensión, cuantificación y
cualificación de un fenómeno. En un ejemplo mundano de su uso, aún recuerdo
cuando la pediatra de mis dos hijos me enseñaba los “estándares” de crecimiento
definidos mundialmente como “sanos y esperables” y me señalaba con su dedo el
lugar que mis hijos ocupaban dentro de rango de crecimiento universalmente
aceptado. Los dos podían ser asumidos por su padre y su madre como niños de
crecimiento “normal”, puesto que se ubicaban dentro del estándar fijado con ese
criterio.
Visto así, cualquier fenómeno que se desee medir en la cambiante,
dinámica y veleidosa realidad social, requiere un estándar. Requiere un
conjunto de coordenadas que universalmente aceptadas, le den sentido a lo que
se mide, a cómo se mide y a lo que se entenderá como resultados del mismo acto.
Y la educación, un acto social cuyo objeto es la reproducción de la cultura con
un afán de progreso, lo requiere tanto como cualquier otro hecho social.
De este modo, todo acto de evaluación y calificación requiere ex ante, un estándar.
Pero si el acto evaluativo es externo, internacional y masivo, el
estándar es aún más necesario puesto que
ningún acto evaluativo con esas características, dados los costos involucrados,
se haría sino con el sentido de contar con insumos de una cierta validez para
tomar decisiones de políticas públicas, validez que entrega la construcción de
estándares consensuados.
Existe una segunda condición que hace necesario a los estándares: la
comparación entre distintas realidades. La realidad se hace comparable sólo a
través del acuerdo de una referencia formal que permite universalizar la
comprensión del fenómeno. Preguntas como
¿en qué lugar nos encontramos comparados con otras realidades?; ¿Cómo son
nuestros resultados comparados con otros?; ¿Avanzamos en la línea correcta en
nuestras decisiones sobre los aprendizajes y competencias, comparados con
países desarrollados?, entre otras, sólo son posibles de responder si
compartimos referencias formales universales con otros y otras.
Los elementos más universales que parecen constituir los estándares de
los instrumentos internacionales, al menos para TIMSS y PISA, pueden agruparse
en mi opinión en dos grandes áreas:
- Aspectos Procedimentales, que corresponden a las referencias formales
universales que dicen relación con los procedimientos de aplicación de los
instrumentos. Entre ellos, están:





- Aspectos Procesuales, que corresponden a las referencias formales
universales que dicen relación tanto con los elementos de contenido de los
instrumentos de medición, como con los aspectos relativos al análisis y
registro.





Cada país comisiona a sus mejores
hombres y mujeres para la conformación de un comité que en colaboración con sus
pares de los países involucrados en las evaluaciones, fija estándares,
construye un marco teórico – conceptual, fija prioridades, indicadores y aúna
objetivos de política educativa, garantizando además que los contextos
culturales locales no representen una amenaza ni se encuentren disminuidos en
los ítems de las pruebas.
Cuando esos aspectos son coordinados y consensuados en sus detalles
tanto de aplicación como de proceso, entonces los países que comparten las
evaluaciones internacionales están en condiciones de su aplicabilidad. Ello les
permitirá compararse científicamente y recibir con confianza los resultados de
las pruebas para convertirlos en nuevas políticas públicas y adecuaciones a los
sistemas educacionales.
0 comentarios:
Publicar un comentario