“El curriculum es, por tanto y antes que nada, un verbo, una acción y no una cosa, un sustantivo. De esta forma se desplaza el énfasis de la “pista de carreras” al acto de “recorrer la pista”. El curriculum debe entenderse como una actividad, una actividad que no se limita a nuestra vida escolar, educativa, sino que afecta a nuestra vida entera.” Pág 51
Luego del largo camino recorrido por la conceptualización del curriculum y tras haber sido en cada una de ellas alimentada por las más diversas ideologías, la fenomenología nos otorga una visión que nos permite salir de las abstracciones totalizantes para meditar acerca del curriculum como un acto singular, de carácter vivencial y situado.
No renunciando a la universalidad del hecho, en tanto reconocimiento del mismo como forma organizada del conocimiento, está dispuesta como perspectiva de análisis, a entender y examinar el curriculum como un hecho único. Allí radica precisamente su gran valor, porque si aceptamos este como un principio de gestión, no hay más salida que situarlo comunitariamente, en la emergencia de la voz de quienes “recorren la pista”, más como un verbo y por tanto, comprendido como construcción permanente.
La perspectiva fenomenológica, me permite considerar el acto curricular fuera del mecanicismo relacional entre las formas de producción y la cultura, así también cómo construir las herramientas para la formación de un curriculum que puede escapar de la lógica del curriculum en tanto representación de los intereses de clase. En este sentido, la mirada fenomenológica debiera permitirme en tanto gestor curricular, transitar más eficientemente de la palabra al acto.
En este último sentido, creo que la perspectiva fenomenológica de la comprensión del curriculum, que no niega necesariamente la visión del conocimiento como aquello que se considera como tal en tanto es el objeto de la “hegemonía” al modo de Apple (pág 54), permite construir herramientas que desde lo local y desde lo comunitario, pueden rehacer el currículum otorgándole nuevos significados a lo conocido. Schulz lo prueba sin ir más lejos en su texto sobre “el curriculum en la educación emergente” al situar el curriculum como un acto de control comunitario en niños de quinto básico, transformando incluso lo local en un hecho nacional. Transformando la práctica educativa en una práctica liberadora.
La perspectiva fenomenológica permite incluso develar lo que Apple llamó el “curriculum oculto” porque si el curriculum deja de ser un hecho inmóvil y sólido para convertirse en un acto, entonces cualquiera puede reconstruirlo y devolverle significados potentes de inclusión y sentido. Esa es en parte una pretensión que incluye las reivindicaciones de grupos civiles de presión que esperan reencontrarse en el acto de la construcción colectiva del curriculum: minorías étnicas, primeras naciones, géneros, minorías sexuales y otros actores de una sociedad cada vez más globalizada.
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