Carla Cordua escribe una muy interesante reseña al libro de Martha Nussbaum "Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades" (Notprofit en inglés) haciéndose de paso eco de los argumentos que Nussbaum esgrime acerca de los peligros que reviste el creciente deterioro en todos los países del mundo, especialmente en América, Estados Unidos e India, del curriculum de enseñanza humanista.
La reducción del tiempo destinado a los aprendizajes y competencias que son propias de esta área del saber, los recortes curriculares a los que los ministerios de educación ya nos han acostumbrado, ponen en peligro, según Nussbaum y solidariamente Cordua, ni más ni menos que el desarrollo mismo de la democracia.
Inducidos a crecer y desarrollarnos como consumidores y productores de bienes al servicio de la economía y la tecnología, nuestras capacidades críticas se adormecen frente al vigoroso poder de movilización de los mercados mundiales. La técnica y la economía logran así un estatus completamente distinto, fetichizado y sacralizado, desproveyendo al pensamiento crítico de un lugar que hasta antes de esta crisis era su espacio natural para el fortalecimiento de las democracias.
Es difícil no pararse del lado de estos argumentos cuando precisamente la abundancia de las razones técnicas ahogan la emergencia de las preguntas por el sentido. Cuando las preocupaciones se concentran con la fuerza que lo hacen, sobre aquello único que parece real, que es básicamente lo que sirve. Entonces la filosofía, el arte, la historia, la música, el idioma, pierden sentido. Se hacen banales.
Cordua y Nussbaum advierten al mismo tiempo que no se trata de oponerse al desarrollo o al crecimiento económico, se trata de no perder de vista aquello que asegura que las democracias no perderán sustento teórico ni las mentes de las generaciones venideras dejaran de preguntarse por el sentido ultimo de lo que hacemos.
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