Hace muchos años, la gran variedad que usted podía encontrar en una sala de clases estaba en el origen de clase de sus alumos. Niños de acomodada posición, convivían en algunas escuelas públicas con niños de proveniencia diferente. Allí se fraguaba el valor republicano de la tolerancia y el conocimiento mutuo; las aspiraciones de un sector y de otro estaban obligados a dialogar y a consensuar mutuamente sus propios límites; la pichanga del recreo; la hachita y cuarta o el cachipún de los gastados monitos obligaban a ambos lados del mundo social a discutir y consensuar las reglas del juego. Era una nación simple, que había decidido dejar los crucifijos en las iglesias para hacer laica la construcción de la república.
La simpleza de esos años causa ternura cuando se ve a la distancia de la gran complejidad de la escuela hoy por hoy. Lesbianas y homosexuales sin representaciones ni imaginarios de clase; flaites y cuicos sin imaginarios políticos; emoticos y mangas cuya utopia es la absoluta identificación personal con el personaje que adoran; adolescentes cogoteros que desean pasar rápido al edén de los delincuentes; soldados y oficiales jóvenes del cartel de su población; adolescentes aspiracionales que desean dejar La Florida o San Miguel para irse a vivir a Las Condes o Chicureo; fans de todos los tipos y tipas del Pop Star World; seguidores incondicionales del Señor de los anillos; cuicos rockeros que odian a las "cara de nana" que osan contaminar sus fiestas publicas; "monos" anarquistas sin Dios ni ley; estrictos y militantes jovenes políticos. En fin la lista es tan larga como el zoo social de pertenencia y representación.
El punto es que esta "multitud" adolescencial ya se puso de acuerdo por una vez, cuando logró politizar su discurso puberal y asociar como ningún otro actor que la miseria de sus vidas en el colegio, obedece a una regla escencial del modelo económico, político y social en el que viven. No paró el Grange, ni el Santiago Colleges, ni la Grouette ni el San Ignacio del Bosque. Pararon los pobres que a pesar de su diversidad cultural e identitaria lograron medir el espezor de su problema como ningún otro actor lo había hecho. Y eso impactó y dió miedo. Ahí están los periodicos de la época para demostrarlo y los abrazos que dieron por "finalizado" el conflicto.
¿Cuántas de las nuevas políticas públicas consideran esa heterogeneidad? ¿Cuáles son los grandes proyectos que se están construyendo para recalificar y repensar el gran quebradero de cabeza que constituyó y porbablemente seguirá constituyendo, despues del 21 de mayo, a estos actores en una gran "multitud" en movimiento? ¿Cuáles son las medidas que los tomadores de decisiones están tomando para llegar hasta esos micro mundos presentes en las salas de clases? ¿Dónde están las herramientas venidas desde el gobierno que los maestros y los gestores podrán usar para imaginar y gestar los cambios necesarios en la micro realidad? ¿Vamos a tener profesores 44/44 de nuevo? ¿Continuarán los 41.000 empleos que se pierden cada diciembre recuperándose cada abril?
Nada hay como el humo en un barco de alta mar. Por eso es que los marineros cuentan con férreos protocolos de actuación cuando hay humo en el barco. Nadie quiere un incendio en alta mar, porque las posibilidades de zozobrar son mayores que las de sobrevivir con un incendio en altamar. Así que el humo, activa de inmediato las alarmas para anticiparse a la zozobra. Bachelet aún no ve el humo, Eyzaguirre aún no lo huele. Pero si las políticas públicas que se anuncian con bombos y platillos no se convierten antes del 21 de mayo, incluido el discurso presidencial, en obras y protoclos que la tripulación de este barco pueda seguir con prudencia pero con seguridad, para construir confianza en el futuro, entonces veremos las llamas asomarse por la cocina hacia la borda.
Hasta ahora, sólo hay promesas y mecanismos dilatorios que no hacen sino ocultar el gran debate que existe hoy en la sociedad sobre la comprensión de lo público, que es lo que define una parte escencial del nuevo consenso conservador. Hasta ahora no hemos visto sino pasos en falso del nuevo ministro llamando al diálogo para anticipar la demanda en la calle, pero la verdad es que obras concretas ninguna; propuestas masticables, cero.
Nada es más necesario hoy que un ministro audaz. Pero un economista es por escencia ideológica proveniente de su formación, un cauto. Así que a menos que la clausura de la política termine con un movimiento audaz del ministro Eyzaguirre, el movimiento estudiantil tiene fecha de partida: 21 de mayo.
Hasta esa fecha, lo único que se puede ver a bordo en altamar, es el humo saliendo del cuarto de máquinas.
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