Chupete Suazo, la permanencia.

Chupete Suazo vuelve a Colo Colo a los treinta. Vuelve con la promesa de re editar sus dorados sueños de goleador oportunista de área; vuelve con la promesa de colocar al albo en las liguillas de la copa América, en los primeros lugares de la disputa por las copas locales. Vuelve con la promesa de que treinta años no es nada.

EL fútbol es en estas tierras una especie de universo común, un lenguaje distinto pero que habla lo mismo que nuestra vetusta política. El aire cálido de pueblo se toma las veredas de Chile y hace que la vuelta de Suazo sea tan coherente con el discurso único, plagado de viejas promesas sobre las instituciones que no son sino catedrales vacías que se caen a pedazos.

Suazo, Walker, Escalona, Martínez, Gómez. La vieja delantera de la gobernabilidad a ultranza, de lo predescible y la seguridad de lo sabido vuelve a escena con la misma promesa: estar presentes en el marcador, asegurando la estabilidad del club. No puedo sino recordar ese olor naftalinoso de los clóset de mi abuela, abriéndose de par en par para buscar desde allí esos viejo abrigos remendados y rehechos por una aún más vieja tía con habilidades de sastre. Un traje viejo como el polvo, hecho a la medida.

Se había acabado ya hacía rato este aire de novedad con el que venía disfrazado el gatopardismo de tu Michelle. Se había terminado mucho antes de la CEP. Pero ahora se hizo público así que no hubo más que recurrir a la vieja escuadra. Así que si alguien tenía aún alguna esperanza que la abandone para preservar su ánimo.

Treinta años no es nada. No habrá más espacio que para lo sabido, ni más atributo para la realidad que lo vetusto. Buena suerte para mi hermano, que deberá sortear las aguas profundas de la tensión esencial entre lo que se puede tener y lo que se soñaba -un poco ingenuamente- antes de Marzo. En fin, este no es país para jóvenes.

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