Agotado el ciclo exportador de commodities para Chile y América Latina, la situación abierta es tan predecible como compleja. Desde luego es compleja porque asistimos a un momento de cambio muy profundo en el capitalismo mundial donde no sólo se juegan las fuentes de la producción de la riqueza sino además como su consecuencia obvia, el reparto geo político.
Después de diez años de buenos precios del cobre, el país comenzó su desaceleración el año 2014 cuando los precios del mineral rojo comenzaron a bajar para el mercado de largo plazo impactando a una economía que venía creciendo a casi un 6% hasta llevarla al 1,9%. Inmediatamente el primer costo de la desaceleración lo pagó la regla del superhábit fiscal, y pasamos en los últimos dos años de un superhábit cercano al 0,4% del producto Bruto a convertirnos en deficitarios del 0,3% del Producto Bruto.
La respuesta en el empleo no se ha hecho esperar y hemos debido acostumbrarnos a tasas cercanas al 6,5% de desempleo, que aunque para los guarismos de la región no son malos, están por encima de lo que se esperaría para un país cuyas cifras macro fueron siempre parte de su estándar de país "primermundista".
La crisis tiene un cierto ambiente de asfixia porque mientras que el petróleo se mantiene a la baja, producto de una guerra desatada por el control de la zona estratégica del medio oriente que tiene como gran perdedor a Putin, el dólar no para de fortalecerse. Es asfixiante porque en una economía que vive de la inversión extranjera y de su copamiento en mercados extranjeros, el dolar alto no está ayudando a los productores de bienes físicos. Por otro lado, los precios de los bienes importados (no pocos en Chile) han hecho sentir una presión inflacionaria que obliga a la autoridad del Banco Central a mantener tasas altas en consideración de una economía que le cuesta crear más empleo. En una situación ideal, la expansión del gasto fiscal acompañado de una tasa de interés intercambiaria baja, podría colaborar en la producción de empleo, pero esa, claramente no es la situación chilena.
Asfixiante además porque la presión inflacionaria ya impacta en los sueldos de una masa asalariada endeudada en más de ocho veces su salario en promedio. Asfixiante porque una moneda local devaluada no colabora con el sector exportador que es el sector que más empleo produce.
Pero es además compleja porque con un crecimiento cercano al 2,5% de nuestro producto bruto, no se produce nuevo empleo. Ni un solo punto. Así que de seguir así las cosas, este podría ser el último verano con desempleo bajo.
El cuadro se hace más complejo porque en un informe filtrado por un grupo de inversionistas canadienses sobre la minería chilena, el precio mundial del cobre no va a subir en los próximos cinco años por sobre los 1,9 US$ la libra. Si consideramos que el precio de extracción de una minera muy eficiente tecnológicamente hablando se empina por sobre el 1,5US$, con una buena ley de extracción y en un mercado mundial hiper estoqueado, el panorama no es alentador.Treinta mil empleos perdidos en en el sector minero hasta diciembre de 2015, tornan el panorama más bien asfixiante.
Si el Estado hubiese estado gobernado por personas más precavidas e inteligentes, podríamos esperar hacer uso del superhábit fiscal en una política expansionista del gasto público en miras de sostener el esfuerzo productivo, abrir zonas potencialmente rentables en una economía inteligente y aumentar la igualdad a través de mejores ingresos. Pero eso no es así. la política de expansión de este gobierno se ha hecho y se seguirá haciendo sobre la base del endeudamiento público con un criterio electoral en base a bonos.
Pruebas de aquello son el bochorno ocurrido en la Comisión Nacional Científica y Tecnológica (CONICYT); la ineficiente actuación del gobierno en lo que a gratuidad educativa toca y; la ineficiencia política con que ha enfrentado la agenda laboral.
Cuando los bienes naturales, que por cierto no requieren ni inteligencia ni gran trabajo para su explotación, dejan de ser tan rentables, es cuando los ciudadanos comunes y corrientes debiéramos preguntarnos, qué estuvimos haciendo para que la riqueza de la nación se multiplicara y se hiciera sustentable en el tiempo. ¿Cuánto y dónde estuvimos invirtiendo como país las utilidades del ciclo de los commodities? ¿Cuánto capital humano se produjo a lo largo de estos años de bonanza? ¿Cuánto capital intangible tenemos hoy que no teníamos hace quince años?
Es cierto que al final del día, esas preguntas consideran en forma particular al sector privado que en última instancia es el sector que debiera haber producido aquellos cambios,. Pero es también cierto que un estado inteligente que cuida y administra el mercado de modo justo, lucha contra la corrupción y orienta las necesidades estratégicas del país dando las señales correctas a los inversionistas privados es también una parte de ese capital intangible.
Por ahora sólo tenemos algunos indicadores muy pobres como para responder a esas preguntas. Más bien tenemos malas noticias. Al final del día, me parece que habrá que tomar precauciones para pasar este probable "lustro de la asfixia" de la mejor manera posible. Achicar deuda privada, invertir en bienes no volátiles, resguardar el empleo, emprender con precaución, son algunas de las pocas cosas que puedo imaginar que debieran tocar al sujeto común y corriente. El resto, está siempre a salvo.
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