domingo, 24 de abril de 2016 | |

Sófocles recargado

Sófocles, como Shakespeare, como Sade o Thoreau, como Franklin o Ionesco, tienen esa esencia tan escasa  como maravillosa de no pasar de moda. Se pueden llevar al cine, se pueden editar una y otra vez y no se apagarán. Son una especie de fuente incombustible de información sobre la naturaleza humana.

Porque al fin de cuentas, de eso se trata. De indagar en la naturaleza humana, en la esencia de lo que somos, más allá de nuestra edad, de nuestro sexo y de nuestra época. Más allá de si escribimos con una pluma de ave y empolvamos el papel sobre el que derramamos la tinta, o si lo hacemos sobre una fuente en html 5.0, somos siempre la misma naturaleza inacabada. Y el talento de esta gente, de la cual tomo exiguos ejemplos, es ese. Ellos se hunden en la maravillosa trama de nuestra naturaleza para recordarnos en cada uno de sus retratos lo que somos.

Su talento le permite a sujetos palurdos como yo, tomar de sus arquetipos uno y otro ejemplo para reconsiderar a los hechos del presente. Sí, los hechos del presente. Que no obedecen sino a la misma naturaleza de los problemas expuestos por Sade -si se trata de un sanguinoliento drama pasional- o de aquello que se encuentra en el drama de Ionesco -si se trata del absurdo trama de la naturaleza del vivir- y exponerlos tal y cual resultan ser: la actualización en el presente, de la vieja trama de la historia humana. la traición, la lujuria, la avaricia, la honestidad, la bondad, etcétera, siempre presentes y encarnadas en los actores humanos que conocemos tan bien pero que nos negamos a reconocer desde su arquetípica altura.

El más trágico de los contemporáneos lo constituye sin duda el de Camila Vallejos. Imprescindible en la prensa. Odiada y amada como la que más. Su figura casi anoréxica y malamente refinada por trapos de mala clase, tan propios de una izquierda que esconde en la aparente falta de glamour su aún más falsa modestia, quiere hacer notar su workholica preocupación por la investidura de su cargo público.

Ha sido sin embargo desde que abandonó el frente estudiantil una Antígona frustrada a la que se le ha sustraído con las argucias del poder y del dinero toda causa moral a la cual aferrarse para demostrar con su sacrificio el alto valor de la ley moral que por sobre cualquier conveniencia política estaría dispuesta a defender.

Su carga trágica, más que su debilidad corpórea, hace imposible no expresar un halito de simpatía y nos obligan siempre a ponernos en la vereda de enfrente cada vez que el Creonte de su partido la obliga a ponerse al orden. 

No dejo de creer que en Valparaiso, yace enterrada entre los avatares de su propia elección.


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