La política como administración de la fuerza para alcanzar determinados fines programáticos, necesita desplegarse en un espacio determinado. Ese espacio tiene la forma de una sociedad fragmentada, homogénea, heterogénea, unificada, conglomerada, etcétera, conforme al estado en que se encuentre el desarrollo de la conciencia de clases, la correlación de las fuerzas que administran los programas sociales, políticos y económicos, la claridad de los programas mínimos que se ofrecen a los sujetos que conforman esas sociedades concretas, el desarrollo institucional de los conglomerados que operan sobre ellos, entre múltiples otros factores.
Observar el estado de esas variables para poder hacer modelos predictivos con el menor número de hierros, es un deporte entretenido cuando no un arte que se acerca a la ciencia a través de las más variadas disciplinas.
Es interesante entonces comenzar con el más breve análisis posible del estado de situación en el que operarán esas fuerzas: el estado del escenario, que es sinónimo del estado jaleoso del cuerpo social, que es al mismo tiempo escenario y motivo; estado y situación.
Desde luego, cambiante. Desde luego fraccionado; desde luego desconocido. La representación parlamentaria, es hoy por hoy dado el alto índice de participación ciudadana en el acto de votaciones, una buena muestra del primer estado emocional del votante promedio, del escenario al mismo tiempo que estado de situación. Esto es, que nos aproximamos a tiempos de decisiones más profundas que lo que creemos, precisamente por el estado de fragmentación de la fuerza política. Y sin embargo pareciera que dentro de esa indefinición la sociedad hubiera dado muestras ya de al menos algunas decisiones: la dirección del avance hacia una cultura más liberal y menos patriarcal parece no estar en juego.
Tampoco parece estar en juego para estar sociedad viscosa, la idea de que avanzar hacia una sociedad más basada en el reconocimiento de derechos sociales que de privilegios mal avenidos, es mejor para todos y todas, incluyendo ricos, pobres, negros, blancos y la serie de sujetos sociales nacidos en los últimos años. Del mismo modo sin embargo, pareciera que se ha dicho como acto de vox populi, que el empleo y la seguridad económica no se transan. Vox dei.
Al mismo tiempo sin embargo, yace en la voz del pueblo -si hemos de reconocer así al acto eleccionario- la plegaria por un discurso que se haga cargo sinceramente de la economía real. Que después de asegurar la existencia de los derechos básicos, hoy cada vez más complejamente entendidos, se haga cargo de administrar un modelo de producción de la riqueza, altamente complejo y amenazado por el cierre de un período largo de crecimiento, justamente por las fuerzas más irracionales y más nacionalistas en el mundo desarrollado.
¿Por qué habríamos de apostar justo ahora por corrernos al centro?
Porque ha sido siempre el ropaje que la izquierda de todos los países del mundo buscan cuando los modelos productivos y de acumulación están llegando a su fin. Porque de algún modo, la falta de un discurso racional y productivo que asegure la provisión de riqueza para el modelo de derechos, pareciera proveernos de una falsa y apocalíptica contradicción entre una derecha retardataria y populista y una izquierda tan radical como irracional. Ya ocurre en Europa, basta ver el discurso de líderes como Merkel, quienes temerosos al discurso griego o incluso español de izquierda, corren a taparse del sol en el viejo y alicaído paragua de la socialdemocracia.
Desde luego el viejo hábito de apanicar precisamente ahora es el que tremendas y peligrosas fuerzas desatan. Los Girardi, los Tellier, los Elizalde, son las figuras que pujan por ser los primeros en llamar a una unidad que de ideológico no tiene nada y de programático carece de contenido alguno.
Es cierto, la nueva izquierda carece en el mismo sentido de un programa económico que asegure la producción de riqueza en el Chile de más derechos sociales, y eso a mí al menos me da susto. Pero me gustaría al menos ver una izquierda pensándolo más que una corriendo al centro para bajar las banderas de nuestros derechos.
Veremos en el futuro si la tracción de la fuerza gravitatoria es mayor que la centrífuga.
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